por Naila Castillo
“El microcosmos de nuestra vida individual
es
parte del macrocosmos de la realidad que nos rodea”
Dr. Nida Chenangtsang
Sa, quiere
decir tierra, y che quiere decir análisis, es parte de gSowa Rigpa (la medicina
tibetana) y considerado el Feng shui tibetano y consiste en el equilibrio de
los elementos tierra, agua, fuego y aire en el espacio. El sa che es la
disciplina que tiene en cuenta la observación de las construcciones, con sus
orientaciones, los lugares donde son construidos, la manera de revertir
obstáculos de energía que pueden llegar a afectar nuestra energía vital, la
decoración y el uso de elementos de diversos materiales o formas y colores para
compensar la falta o exceso de alguno de los elementos.
Su función
consiste en comprender como las energías de los entornos y lugares influencian
nuestra vida.
Hay tres
tipos de Sa che relacionados con la astrología, la medicina y el tantrismo.
Podemos
hablar de un sa che que tiene en cuenta los elementos externos, como ser una
casa o una construcción o un jardín, como el sa che que se relaciona más con los
elementos internos, como por ejemplo en el caso de la astrología.
Para que
los espacios sean benéficos deben ser pensados y sentidos como un mandala. Los
mandalas tienen cuatro entradas y un centro, de manera que los lugares “se
apoyan” sobre esos mapas y las partes de una construcción o localidad deben ser
coherentes con éste. Por ejemplo, se dice que en la tradición tántrica, la
cocina debería estar en el sureste, ya que en ese punto predomina la energía de
fuego, permitiendo así que cada vez que se encienda el fuego, este permita a su
vez eliminar obstáculos y karma diario. El lugar donde esté la cama no debería
estar orientado al sur ya que se dice que allí es la morada de yama, el señor
de la muerte, lo que crea perturbaciones del sueño y pesadillas.
En la
práctica del tantrismo, el sa che comienza a surgir como un proceso natural
derivado de entender las señales del medio que nos rodea, además de percibir
como nuestro estado mental cambia en determinados espacios, o cuando
incorporamos determinados objetos a los lugares que frecuentamos. Hay una
observación propia de los signos naturales que también se activan a partir de
determinados estimulos. Si alguna vez meditaron en algún lugar agreste
seguramente habrán tomado contacto con ello, donde al estar en un estado mental
agitado, el entorno, como los pájaros o el viento o las personas, se agitan; y
frente a un estado mental calmo, se hace un profundo silencio como si todo se
suspendiera. Siempre recuerdo en un retiro con mi maestro, una persona comenzó
a increparlo y se generó una situación muy tensa en la que me descompuse. En un
momento dado cuando la “pelea” había llegado a un clímax de mala onda, cayó
entre medio de ellos una caca gigante de pájaro. De pronto todo se detuvo y
entonces mi maestro entendió que hasta ahí había que llegar. Nos paramos y el
retiro continuó. Este tipo de signos cotidianos muchas veces se nos pasan por
alto por estar demasiado ensimismados con nuestra propia mente. De manera que
la práctica de sa che se relaciona directamente con la observación de cómo los
espacios contribuyen o no a la energía del entorno, pero también como espejos
de cómo uno influye con su confusión o claridad en el espacio también. Como dice
el Amchi Nida Chenangtsang, “el sa che tiene el potencial de equilibrar nuestra
vida de acuerdo con la ley de la interdependencia, la ley del karma, que son la
base de la verdad relativa”.
El palacio del Potala en Lhasa, antigua residencia del Dalai Lama y del gobierno.
Fíjense como fue construida por encima de toda la ciudad, como si la custodiara.
En el
pasado, los nativos de los lugares tenían un desarrollo del sa che natural,
observando a la tierra, que es el elemento madre o el elemento central tanto en
el cuerpo físico como en el mundo material. Así sabían cuales eran los lugares
indicados para levantar sus campamentos o sus casas, eran lugares protegidos de
las inclemencias naturales, y lugares que recibían los mayores beneficios de la
misma, les permitían crecer humana y culturalmente. A su vez, los sabios o
ancianos de cada tribu nativa, se encargaba de estar en sintonía con los
regentes que habitaban el lugar en otros planos. Había una mayor coherencia.
Con la visión del tantrismo, tomar en cuenta las cualidades del lugar y
transformarlo es algo que viene con la misma práctica, de la misma manera que
entender cuales son las energías activas en el lugar y relacionarnos de la
manera más adecuada a cada momento.
Si hay una
cultura que tiene en cuenta a lo largo de su desarrollo en este aspecto, es la
cultura japonesa, su desarrollo por ejemplo del wabi-sabi, que es una
combinación de minimalismo con belleza es una clara expresión de ello. Los
jardines japoneses donde rigen estos principios son elaborados teniendo en
cuenta estos principios. De igual manera la cocina, es muy importante que estén
presentes en un plato o en cada comida los cinco elementos, a través de los
sabores, de los colores y de lo que aportan al cuerpo. Estas maneras más
artísticas y/o sutiles de equilibrar o armonizar los elementos también podrían
ser consideradas como parte del sa che, ya que tienen que ver con un impacto
que nos producen. Este minimalismo es parte de lo que antes mencioné como sa
che tántrico, un balance entre la tierra y las energías mentales. Trunga
Rinpoche fue un gran explorador de esta disciplina, aunque no de forma
protocolar. El dice en uno de sus libros que si uno tiene un objeto valioso y
lo coloca en una habitación. Cuando uno abre la puerta y encuentra ese único
objeto frente a sí, como un altar, eso produce un impacto, toda la habitación
se impregna de esa energía. Cuando uno entra en una habitación cargada de objetos
valiosos, eso produce confusión. No es lo mismo apreciar una pintura en un
lugar adecuado, que tener un montón de pinturas colgadas. La percepción cambia
y se da menos importancia. Los sentidos en la cantidad se descuidan, pero en la
calidad se despiertan.
Las formas
de los lugares también influencian, como es el caso de Tíbet que decían que el
budismo no podía arraigar en el lugar porque tenía la forma de un demonio
recostado. El emperador mandó a construir templos en las “doce” articulaciones
de la demonio, y construyó el famoso templo de Jokhang en el corazón. A partir
de allí comienza la edad de oro del budismo. No tiene que ver con una creencia
sino con las maneras en que la energía circula o no.
Dos visiones aéreas del Matrimandir en Auroville,
construído como el corazón energético de la ciudad.
construído como el corazón energético de la ciudad.
Como fuere,
personalmente no me gusta ese aspecto de seguir determinadas reglas, porque eso
torna la mente muy obsesiva. Uno debería saber o poder relacionarse con lo que
esté a mano, pero a veces cuando tiene la oportunidad es interesante
desarrollar nuestra sensibilidad para ver como reaccionamos en la tierra y
todas sus manifestaciones, así como los demás elementos y ver que muchas veces
nuestras emociones o estados de ánimo están relación directa con los entornos o
lugares que frecuentamos. Es una disciplina muy interesante a observar y a
explorar desde lo sensible; conocer el espacio que habitamos y jugar en el con
los elementos nos lleva a conocer los elementos sutiles de nuestra
individualidad.