Cuando practicamos la meditación, estamos fortaleciendo nuestra capacidad para ser constantes con nosotros mismos. No importa lo que surja – dolores en los huesos, aburrimiento, adormecimiento o las emociones y pensamientos más desenfrenados – desarrollamos una lealtad hacia nuestra experiencia. Aunque muchos meditadores quisieran hacerlo, no salen corriendo ni gritando de la habitación. En su lugar, reconocen ese impulso como un pensamiento, sin etiquetarlo como correcto o incorrecto. Esta no es una tarea de pequeñas dimensiones. Nunca debemos subestimar nuestra inclinación a huir cuando nos sentimos mal o adoloridos.
La instrucción es que debemos meditar todos los días, incluso por un periodo breve de tiempo, a fin de cultivar esta constancia o firmeza con nosotros mismos. Nos sentamos bajo toda clase de circunstancias – ya sea que nos sintamos saludables o enfermos, cuando estamos de buen humor o cuando estamos deprimidos, ya sea que sintamos que nuestra meditación está marchando bien o se está desmorando por completo. A medida que continuamos sentándonos, observamos que la meditación no tiene que ver con hacer que ésta salga bien o alcanzar algún estado ideal. Es acerca de permanecer con nosotros mismos aquí y ahora. Se vuelve cada vez más claro que no nos libraremos de las pautas auto-destructivas, a menos que desarrollemos un entendimiento compasivo de lo que somos.
Un aspecto de la constancia es sencillamente estar en tu cuerpo. Como la meditación hace énfasis en trabajar con tu mente, es fácil olvidar que incluso tienes un cuerpo. Cuando te sientas sobre el cojín es importante relajarte en tu cuerpo y ponerte en contacto con lo que está sucediendo. Comenzando con la parte superior de tu cabeza, puedes pasar varios minutos volviéndote conciente de cada parte de tu cuerpo. Cuando llegues a lugares del cuerpo que te duelen o que están tensos, puedes inhalar y exhalar tres o cuatro veces, manteniendo tu conciencia en esa área. Cuando llegues a las plantas de tus pies puedes detenerte o, si te parece, puedes repetir este “escaneo” corporal de abajo hacia arriba. Luego, en cualquier momento durante tu periodo de meditación, rápidamente puedes sintonizarte de nuevo con una sensación global de estar en tu cuerpo. Por un instante, puedes traer tu conciencia directamente al instante presente. Estás sentado. Existen sonidos, aromas, imágenes, dolores; estás inhalando y exhalando. Puedes reconectarte con tu cuerpo de esta manera cuando te parezca conveniente – quizá una o dos veces durante una sesión de meditación sentada. Luego, regresa a la técnica.
En la meditación, descubrimos nuestra agitación interior. Algunas veces nos levantamos y nos vamos. Algunas veces nos sentamos, pero nuestro cuerpo se menea y se retuerce, y nuestra mente divaga incesantemente. Esto puede ser tan incómodo que sentimos que es imposible permanecer. Sin embargo, esta sensación puede enseñarnos no sólo acerca de nosotros mismos, sino también acerca de lo que significa ser humano. Todos nosotros obtenemos seguridad y comodidad del mundo imaginario de recuerdos, planes y fantasías. En realidad no deseamos permanecer con la desnudez de nuestra experiencia del instante presente. Permanecer presente va contra nuestro temperamento. Existen momentos en que sólo la mansedumbre y el sentido del humor pueden darnos la fortaleza para sosegarnos.
La instrucción medular es, “Permanece…permanece…simplemente permanece”. Aprender a permanecer con nosotros mismos en la meditación es como entrenar a un perro. Si entrenamos a un perro golpeándolo, conseguiremos tener un perro obediente, pero muy inflexible y más bien aterrorizado. El perro puede obedecer cuando decimos “Permanece”, “Ven”, “Salta” y “Siéntate”, pero también será un perro neurótico y confundido. En contraste, entrenarse con benevolencia da como un resultado una persona que es flexible y confiada, que no se irrita cuando las situaciones son impredecibles e inseguras.
Así que, cada vez que divaguemos, nos alentamos gentilmente a “permanecer” y a sosegarnos. ¿Estás experimentando agitación? ¡Permanece! ¿Mente discursiva? ¡Permanece! ¿Están fuera de control el miedo y la aversión? ¡Permanece! ¿Dolores de rodillas y molestias en la espalda? ¡Permanece! ¿Qué prepararé para el almuerzo? ¡Permanece! ¿Qué estoy haciendo aquí? ¡Permanece! ¡No puedo soportar esto ni un minuto más! ¡Permanece! Así es como podemos cultivar la constancia o la firmeza.
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