extracto del libro "El juego de la ilusión" del mismo autor.
El dolor es habitualmente muy serio. El dolor es habitualmente algo de lo que no se habla. No es que sea difícil describirlo, sino que no queremos describirlo. Desde ese punto de vista, el dolor es sinónimo de ego. Ego es dolor, y dolor es ego. Dolor es neurosis.
Dolor, o ego, es algo de lo que no se habla. Es un secreto enorme. Es un secreto tal, que no tenemos siquiera que nombrarlo. Podemos meramente hacer solo una referencia a ello y nuestro colega o amigo sabrá de lo que estamos hablando. Podrías decir, “Hoy ha sido un día muy pesado” Tu amigo nunca preguntará, “¿un día muy pesado de qué?”. Se entiende. Es una comunicación mística.
Sea cuando sea que la posibilidad de que esa clase de comunicación se presente por si misma, nos apartamos de ella. Vamos bien lejos y luego damos la vuelta. No vamos demasiado lejos. Tal vez asumimos que si fuéramos demasiado lejos, podría ser embarazoso para nuestros colegas o amigo. Pero en realidad sería embarazoso para nosotros (quizás para nuestro amigo o colegas también). El dolor son las innombrables partes privadas que no queremos mencionar. Es un nombre sagrado. Es una versión samsárica de Dios. Su estilo de protección es la duda de no adentrarse en ello tanto como se pueda porque te sientes amenazado por la sensación de adentrarte en ello demasiado.
En realidad no hay peligro en ir demasiado lejos. El peligro, desde el punto de vista del ego, es que si vamos demasiado lejos, podríamos no saber como reensamblarnos a nosotros mismos luego. Es como la rima de las guarderías acerca de Humpty Dumpty: “Todos los caballos del rey y todos los hombres del rey no pudieron poner a Humpty junto otra vez”. No hay esperanza. Cualquiera sea el poder que podamos llamar, el más grande de los grandes poderes que podamos poner juntos, no podemos juntar nuestro ego otra vez una vez que ha sido expuesto. Es imposible, y sabemos eso. Somos tan inteligentes. Hay una indirecta del tantra allí: realmente sabemos como protegernos desde la protección del ego, esa sensación de que hay un enorme esquema allí, aún si es una cosita muy simple que está teniendo lugar. Todo eso es el dolor.
No es tanto la agonía real de tener algo como reumatismo o haber sido heridos psicológicamente por alguien y sentirnos mal acerca de ello. No es esa clase de dolor el que tenemos aquí. Es la experiencia mística fundamental de la “estoidad”, la seidad, y la cualidad de aquello de lo que no se habla -esa cosa acerca de la que no nos hablamos a nosotros mismos, mucho menos a otros. Nunca siquiera pensamos en ello. Eso es el dolor. Y hay una clase de inteligencia allí.
En el caso de Naropa, el quería superar este dolor, y decidió dejar su casa y unirse a un establecimiento monástico para poder así exponerse a sí mismo a merced de los profesores y gurus –así podría rendirse, tomar refugio, abandonar la arrogancia, la confusión, y demás. Pero de acuerdo al ejemplo de la vida de Naropa, solamente exponer el “esto” no es suficiente.
Obviamente en el Oeste, con grupos de encuentro, confesión, psiquiatras, y demás, la gente ha desarrollado la idea de exponer el secreto tanto como se pueda, hablar de tu mente en materia religiosa, social y filosófica de todas las clases. Hay muchas formas de aparente exposición de uno mismo. Particularmente, los desarrollos espirituales, psicológicos y filosóficos que han tomado lugar en este país recientemente han sido marcadamente inteligentes. Pero el asunto es: ¿qué ocurre luego? ¿Deberíamos seguir repitiendo la misma ceremonia de exposición de nuestro ego constantemente, cada día, cada hora, cada semana? Hay un límite de cuantas veces podemos ir a confesión. Repetir la misma cosa una y otra vez en cierto punto se vuelve una droga, la cual da una sensación de alivio, de apertura o de originalidad.
El problema aquí no tiene nada que ver con que la técnica esté mal. Es la actitud la que parece estar mal. A través de los métodos de exponernos a nosotros mismos, queremos deshacernos de la carga de este secreto en nosotros, porque alguien podría reconocerlo y usarlo contra nosotros. Esa es usualmente la lógica. Queremos estar completamente claros y limpios para que nadie pueda atacarnos más.
Ese es un esquema muy listo. Pero interesantemente, algunas veces durante el proceso de esquematizado descubrimos un nuevo esquema. En el proceso de ir más allá de las técnicas y métodos del primer esquema, encontramos otro método, otro esquema. Terminamos bombardeados por toda clase de alternativas, y nunca somos capaces de relacionarnos con ninguna de ellas propiamente. Estamos completamente perdidos.
O bien somos muy serios y honestos y seguimos un método en un estilo muy metódico, similar a los negocios. Nos volvemos profesionales en el concurrir asiduamente a orgías, o profesionales en reuniones de groupies. De ese modo, creamos otra cáscara. La treta original ya no funciona más. La treta de repetir la ceremonia de descubrirnos a nosotros mismos crea otra máscara, una máscara espesa, y una vez más estamos empotrados en la roca. Sucede una y otra vez, y no conseguimos salirnos de ello. Los métodos en sí mismos se vuelven obstáculos. No hay nada que podamos hacer acerca de ello.
El problema parece ser la actitud de que el dolor debería irse, entonces seríamos felices. Esa es nuestra creencia errónea. El dolor nunca se va, y nunca seremos felices. Esa es la verdad del sufrimiento, duhkha satya. El dolor nunca se va; nunca seremos felices. Ahí hay un mantra para ti. Vale la pena repetirlo. Tienes la primera iniciación ahora: tienes un mantra.
No es tanto que el dolor es un obstáculo. Si no más bien, como seguimos, el dolor se vuelve un obstáculo porque queremos deshacernos de ello. Por supuesto al principio podemos no considerar el dolor como un obstáculo. La primera cosa es la estupidez: no realizar el dolor. Luego realizamos el dolor y nos familiarizamos con las caídas conectadas con el dolor. Luego queremos deshacernos de eso. Ese es el segundo velo, considerar el dolor como un obstáculo.
La idea es aprender a vivir con el dolor de acuerdo con la tradición budista de la toma de refugio. Este es uno de los métodos más prominentes y más importantes. Tomar refugio aquí significa renunciar a la esperanza, más que renunciar al miedo. Cuando abandonamos promesas, potenciales, posibilidades, entonces comenzamos a darnos cuenta de que no está la carga de futuros aprisionamientos. Hemos sido completamente liberados, aún de la esperanza, lo cual es una experiencia realmente refrescante. En otras palabras, si aceptamos la carga como verdaderamente cargoso, completamente cargoso, entonces su pesadez deja de existir. Por que es verdaderamente una carga, verdaderamente pesada. Es como identificarse con una pesada roca que está presionándote contra el piso. Si te identificas con la roca, tú no existes. Te vuelves la roca.
Pero eso, también, se vuelve muy engañoso. Una vez que empiezas mirar de ese modo, puedes convertir eso en otra trampa. Creas un engaño tras otro que te aprisiona con la esperanza, hasta que te das cuenta finalmente de que no hay esperanza. Podemos decir por seguro que la esperanza, o una sensación de promesa, es un estorbo en el camino espiritual.
Crear esta clase de esperanza es uno de los rasgos más prominentes del materialismo espiritual. Hay todo tipo de promesas, todo tipo de pruebas. Encontramos la misma aproximación de la del vendedor de autos. O es como alguien haciendo una demostración de un limpiador vacío y diciéndote cuan bien puedes limpiar tu casa si tan solo lo compraras. Si tan solo compras ese limpiador vacío, cuán hermoso sería tu cuarto, completamente libre de suciedad y polvo, hasta la última partícula. Ya sea que sea un vendedor de limpiador vacío o un guru, hallamos el mismo nivel de arte para vender. Por ello es que ambos están incluidos en la misma bolsa de materialistas. Hay tantas promesas involucradas. Tanta esperanza es plantada en tu corazón. Esto es jugar en tu debilidad. Crea más confusión con respecto al dolor. Te olvidas enteramente del dolor y te ves envuelto en la búsqueda de alguna otra cosa. Y eso en sí mismo es dolor. Tratar de suprimir la incredulidad, enfocándote en el creer, tratando de convencerte a ti mismo de que este acercamiento funciona (pensando que convenciéndote a ti mismo es lo que lo hará funcionar) –todo eso es dolor.
Eso es por lo que vamos a pasar a menos que entendamos que el requerimiento básico para andar el camino espiritual es la no-esperanza. La no-esperanza no es lo mismo que la desesperación. Hay una diferencia. El desesperar es pereza, falta de intelecto. Uno no está aún dispuesto a buscar la razón de la desesperación. Es una flojera total. Pero la no-esperanza es muy inteligente. Sigues buscando. Das vuelta página tras página, diciendo, “Eso es desesperanza, eso es desesperanza”. Eres todavía muy vigoroso, esperanzadoramente vigoroso. Todavía estás buscando esperanza, pero cada vez tienes que decir, “¡Oh no, maldición!” La no-esperanza persiste; es muy vigorosa, muy inspiradora. Hace cosquillas a tu mente casi como si hubiera algo que estás a punto de descubrir. Cuando lo descubres, dices, “Ah, ahora encontré la cosa!… Oh no. Es otra vez la misma cosa de siempre”.
Hay un tremendo cambio y excitación en la no-esperanza. Cuando te rindes, cuando entras en completa desesperación con no-esperanza tras no-esperanza, justo antes que la desesperación y la pereza tomen posesión de ti, comienzas a desarrollar un cierto sentido del humor. Desarrollas sentido del humor, y no te vuelves completamente haragán y estúpido.
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