Sunday, March 06, 2016

Sa che: el análisis de la tierra

 por Naila Castillo


“El microcosmos de nuestra vida individual 
es parte del macrocosmos de la realidad que nos rodea”
Dr. Nida Chenangtsang

Sa, quiere decir tierra, y che quiere decir análisis, es parte de gSowa Rigpa (la medicina tibetana) y considerado el Feng shui tibetano y consiste en el equilibrio de los elementos tierra, agua, fuego y aire en el espacio. El sa che es la disciplina que tiene en cuenta la observación de las construcciones, con sus orientaciones, los lugares donde son construidos, la manera de revertir obstáculos de energía que pueden llegar a afectar nuestra energía vital, la decoración y el uso de elementos de diversos materiales o formas y colores para compensar la falta o exceso de alguno de los elementos.
Su función consiste en comprender como las energías de los entornos y lugares influencian nuestra vida.
Hay tres tipos de Sa che relacionados con la astrología, la medicina y el tantrismo.
Podemos hablar de un sa che que tiene en cuenta los elementos externos, como ser una casa o una construcción o un jardín, como el sa che que se relaciona más con los elementos internos, como por ejemplo en el caso de la astrología.
Para que los espacios sean benéficos deben ser pensados y sentidos como un mandala. Los mandalas tienen cuatro entradas y un centro, de manera que los lugares “se apoyan” sobre esos mapas y las partes de una construcción o localidad deben ser coherentes con éste. Por ejemplo, se dice que en la tradición tántrica, la cocina debería estar en el sureste, ya que en ese punto predomina la energía de fuego, permitiendo así que cada vez que se encienda el fuego, este permita a su vez eliminar obstáculos y karma diario. El lugar donde esté la cama no debería estar orientado al sur ya que se dice que allí es la morada de yama, el señor de la muerte, lo que crea perturbaciones del sueño y pesadillas.


En la práctica del tantrismo, el sa che comienza a surgir como un proceso natural derivado de entender las señales del medio que nos rodea, además de percibir como nuestro estado mental cambia en determinados espacios, o cuando incorporamos determinados objetos a los lugares que frecuentamos. Hay una observación propia de los signos naturales que también se activan a partir de determinados estimulos. Si alguna vez meditaron en algún lugar agreste seguramente habrán tomado contacto con ello, donde al estar en un estado mental agitado, el entorno, como los pájaros o el viento o las personas, se agitan; y frente a un estado mental calmo, se hace un profundo silencio como si todo se suspendiera. Siempre recuerdo en un retiro con mi maestro, una persona comenzó a increparlo y se generó una situación muy tensa en la que me descompuse. En un momento dado cuando la “pelea” había llegado a un clímax de mala onda, cayó entre medio de ellos una caca gigante de pájaro. De pronto todo se detuvo y entonces mi maestro entendió que hasta ahí había que llegar. Nos paramos y el retiro continuó. Este tipo de signos cotidianos muchas veces se nos pasan por alto por estar demasiado ensimismados con nuestra propia mente. De manera que la práctica de sa che se relaciona directamente con la observación de cómo los espacios contribuyen o no a la energía del entorno, pero también como espejos de cómo uno influye con su confusión o claridad en el espacio también. Como dice el Amchi Nida Chenangtsang, “el sa che tiene el potencial de equilibrar nuestra vida de acuerdo con la ley de la interdependencia, la ley del karma, que son la base de la verdad relativa”.

     El palacio del Potala en Lhasa, antigua residencia del Dalai Lama y del gobierno. 
Fíjense como fue construida por encima de toda la ciudad, como si la custodiara. 


En el pasado, los nativos de los lugares tenían un desarrollo del sa che natural, observando a la tierra, que es el elemento madre o el elemento central tanto en el cuerpo físico como en el mundo material. Así sabían cuales eran los lugares indicados para levantar sus campamentos o sus casas, eran lugares protegidos de las inclemencias naturales, y lugares que recibían los mayores beneficios de la misma, les permitían crecer humana y culturalmente. A su vez, los sabios o ancianos de cada tribu nativa, se encargaba de estar en sintonía con los regentes que habitaban el lugar en otros planos. Había una mayor coherencia. Con la visión del tantrismo, tomar en cuenta las cualidades del lugar y transformarlo es algo que viene con la misma práctica, de la misma manera que entender cuales son las energías activas en el lugar y relacionarnos de la manera más adecuada a cada momento.


Si hay una cultura que tiene en cuenta a lo largo de su desarrollo en este aspecto, es la cultura japonesa, su desarrollo por ejemplo del wabi-sabi, que es una combinación de minimalismo con belleza es una clara expresión de ello. Los jardines japoneses donde rigen estos principios son elaborados teniendo en cuenta estos principios. De igual manera la cocina, es muy importante que estén presentes en un plato o en cada comida los cinco elementos, a través de los sabores, de los colores y de lo que aportan al cuerpo. Estas maneras más artísticas y/o sutiles de equilibrar o armonizar los elementos también podrían ser consideradas como parte del sa che, ya que tienen que ver con un impacto que nos producen. Este minimalismo es parte de lo que antes mencioné como sa che tántrico, un balance entre la tierra y las energías mentales. Trunga Rinpoche fue un gran explorador de esta disciplina, aunque no de forma protocolar. El dice en uno de sus libros que si uno tiene un objeto valioso y lo coloca en una habitación. Cuando uno abre la puerta y encuentra ese único objeto frente a sí, como un altar, eso produce un impacto, toda la habitación se impregna de esa energía. Cuando uno entra en una habitación cargada de objetos valiosos, eso produce confusión. No es lo mismo apreciar una pintura en un lugar adecuado, que tener un montón de pinturas colgadas. La percepción cambia y se da menos importancia. Los sentidos en la cantidad se descuidan, pero en la calidad se despiertan.  
Las formas de los lugares también influencian, como es el caso de Tíbet que decían que el budismo no podía arraigar en el lugar porque tenía la forma de un demonio recostado. El emperador mandó a construir templos en las “doce” articulaciones de la demonio, y construyó el famoso templo de Jokhang en el corazón. A partir de allí comienza la edad de oro del budismo. No tiene que ver con una creencia sino con las maneras en que la energía circula o no.


      Dos visiones aéreas del Matrimandir en Auroville, 
construído como el corazón energético de la ciudad. 

Como fuere, personalmente no me gusta ese aspecto de seguir determinadas reglas, porque eso torna la mente muy obsesiva. Uno debería saber o poder relacionarse con lo que esté a mano, pero a veces cuando tiene la oportunidad es interesante desarrollar nuestra sensibilidad para ver como reaccionamos en la tierra y todas sus manifestaciones, así como los demás elementos y ver que muchas veces nuestras emociones o estados de ánimo están relación directa con los entornos o lugares que frecuentamos. Es una disciplina muy interesante a observar y a explorar desde lo sensible; conocer el espacio que habitamos y jugar en el con los elementos nos lleva a conocer los elementos sutiles de nuestra individualidad.